Si te detuviste a leer, te dejo mi reflexión sobre lo que
significó este viaje llamado carrera universitaria.
Ser psicólogo será al principio, una idea cargada de
ilusión: querer ayudar a las personas, escucharlas, comprenderlas, ser un
puente entre el sufrimiento y la sanación. Con el tiempo descubrirás que esta
profesión es mucho más compleja y más profunda de lo que imaginabas.
Llegarás esperando encontrar respuestas, y conforme avances
descubrirás más preguntas. Preguntas más ricas, más elaboradas, más necesarias.
Cumplirás la expectativa de formarte en una disciplina que te apasiona, pero no
esperabas encontrarte con tantos desafíos internos: confrontarte con tus
creencias, tus límites emocionales, tus inseguridades.
Cada ser humano es un mundo. No hay fórmulas mágicas, ni
recetas universales. Detrás de cada síntoma hay una historia, un contexto, una
subjetividad única. La escucha activa no es simplemente oír, sino acoger al
otro con presencia y sin juicio. Tolerar la incertidumbre, caminar sin certezas
absolutas, y aún así avanzar.
Entender que la técnica sin ética es vacía, y que la ética
sin conocimiento puede ser peligrosa. La construcción no termina con la
graduación. Ser psicólogo es tener claro que trabajamos con vidas, con dolores
reales, con vulnerabilidades que merecen respeto, sensibilidad y
responsabilidad.
Encontrarás materias y contenidos que serán luces en el
camino, otras parecerán lejanas o incluso obsoletas. Pero incluso en lo que
parecerá innecesario encontrarás algún aprendizaje: si no del contenido, al
menos del método o de la actitud del docente.
Tus prácticas serán un punto de inflexión. Salir del aula y
entrar a un hospital, a una escuela, a una oficina, será como cambiar de
idioma. De pronto, el saber teórico tendrá que adaptarse al ritmo de la vida
real. Largas jornadas de evaluación, informes, observaciones clínicas, y sobre
todo el golpe emocional de mirar el sufrimiento de frente. Nada te prepara del
todo para eso. Pero ahí, en ese contacto directo, entenderás el verdadero peso
y valor de esta profesión.
Te convertirás (si ya no lo eres) en un lector voraz. A lo
largo de la carrera, pasarás por cantidades inmensas de teoría, algunas veces
abrumadoras, pero necesarias, aplicar instrumentos estandarizados, calificar,
corregir, estructurar entrevistas de todo tipo, encontrar diagnósticos (aunque
nunca fui muy cercano a elllos, comprendo el por qué de su existencia).
Aprenderás que no basta con leer, hay que apropiarse de esa literatura,
pensarla, cuestionarla, escribir desde ella. Ser capaz de redactar un informe,
un estudio de caso, o una reflexión crítica, requiere más que buena redacción;
exige comprensión profunda, pensamiento estructurado y sensibilidad. De pronto,
te verás tratando de pensar como un científico —plantear hipótesis, sostener
argumentos, observar patrones—, aunque sin ser necesariamente uno en el sentido
tradicional. La psicología exige esa capacidad de análisis, pero también la
humildad de saber que detrás de los datos hay vidas.
Te verás en la necesidad de llevar tu propio proceso
terapéutico. Estar del otro lado del escritorio será revelador: te permitirá
reconocer tus propias heridas, tus mecanismos, tus sombras. No para
eliminarlas, sino para comprenderlas y no proyectarlas en el trabajo. Hacer
terapia siendo estudiante de psicología es un acto de responsabilidad, pero
también de profundo crecimiento personal. Confirmarás que no se puede acompañar
a otros hacia lugares donde uno mismo no ha estado. Cuidar tu estabilidad emocional
no es un lujo, es una necesidad ética y profesional.
Ser psicólogo es más que ayudar. Es investigar, prevenir,
acompañar, intervenir, denunciar cuando es necesario, y sostener procesos. Es
también ser un investigador, frío y metódico cuando se requiere, pero sin
perder nunca el componente humano. Es sostener un equilibrio entre la
objetividad y la empatía, entre el rigor y la sensibilidad.
Cada psicólogo va construyendo su camino. En mi caso, fui
encontrando un enfoque que se alinea con mi forma de ver el mundo, uno que
integra lo científico con lo humano, lo empírico con lo ético, lo técnico con
lo compasivo y en la aceptación y compromiso de corte conductual encontré mi
lugar.
Te sentirás profundamente agradecido: con docentes,
compañeros, profesionales que te guiaron, y sobre todo con las personas que
confiaron en ti durante aquellos años de formación. Cada uno de ellos dejará
una marca.
Y desde luego, un profundo compromiso, el de seguir formándote, seguir
cuestionándote, seguir creciendo. Porque la psicología no se detiene en el
título. Apenas comienza.
Bueno es solo una apreciación desde mi experiencia... un
texto largo, algo desorganizado, pero escrito con una alta carga emocional,
desde el corazón.
Foto: una caricatura de un Cristian más joven, con cabello
largo y muchas preguntas en la mochila. Así empezó este viaje.