Redes de apoyo: pilares invisibles

Hay momentos en la vida en los que el sufrimiento parece más llevadero, no porque desaparezca, sino porque alguien nos acompaña. Las redes de apoyo —esas personas que elegimos o que permanecen a nuestro lado— no solo influyen en nuestro bienestar emocional: son fundamentales para nuestro desarrollo humano, nuestra salud emocional y, desde luego, para los procesos terapéuticos.

Muchas veces se asume que la familia es la principal fuente de apoyo, pero no siempre es así. Hay quienes no encuentran contención en su entorno familiar, y terminan construyendo lazos significativos con amistades, docentes, colegas o incluso con figuras no humanas, como una mascota. Estos vínculos elegidos también pueden formar parte de una vida valiosa cuando están alineados con nuestros valores.

Tener una red de apoyo no significa rodearse de muchas personas, sino contar con relaciones que sostienen, que permiten ser, que nos recuerdan que no estamos solos en lo que sentimos.

¿Qué sucede cuando las relaciones primarias son fuente de dolor, inestabilidad o rechazo? En estos casos, muchas personas —sobre todo en edades tempranas— buscan fuera aquello que no encontraron dentro: aceptación, validación, pertenencia. Es en este punto donde la dependencia emocional puede hacer su aparición. No como una debilidad, sino como una respuesta comprensible ante una necesidad humana fundamental: ser vistos y valorados.

Entendemos que esta búsqueda desesperada de aprobación tiene función: intenta reducir el malestar interno. Sin embargo, cuando esta necesidad guía todas las decisiones, puede alejarnos de lo que realmente valoramos. En terapia, el trabajo no es eliminar esta necesidad, sino reconocerla, aceptarla, y aprender a responder desde la libertad y no desde el miedo.

El sentimiento de soledad, especialmente en jóvenes, es un fenómeno creciente y muchas veces invisible. En una época donde la hiperconexión digital da la ilusión de cercanía, el vacío emocional puede sentirse más profundo que nunca. Es una paradoja dolorosa: estar rodeado de estímulos y aun así sentirse solo.

La soledad no solo duele, también condiciona nuestras conductas. Puede llevarnos a actuar en contra de lo que valoramos, con tal de sentirnos parte de algo. En este punto, cultivar redes de apoyo saludables es también una forma de autocuidado y compromiso con uno mismo.

El ser humano es inherentemente relacional. No solo nos constituimos a través de los vínculos, sino que también nos transformamos en ellos. Las redes de apoyo no solo acompañan: nos reflejan, nos sostienen en los momentos difíciles y también nos impulsan a crecer.

El apoyo no siempre tiene que venir de alguien cercano emocionalmente. A veces, un terapeuta, un grupo de ayuda mutua, o incluso una comunidad online, puede convertirse en una red significativa. Lo importante no es quién, sino el valor que ese vínculo representa en la vida de la persona.


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